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dissabte, 12 de setembre del 2015

Paul Bowles a Tànger


En una carta dirigida a Charles Henri Ford el 19 de febrero de 1947, Paul justifica su permanencia en Tánger: "Llevo algunos meses viviendo aquí y aún no he hecho nuevas amistades. Creo que se debe a que no tengo la sensación de estar realmente en Tánger. la ciudad ha sufrido un terrible cambio e intento no imaginar cómo era antes. Hay algo de lo que fue Tánger que ha desparecido, justo aquello qu yo viví. No sirve de nada ir en busca de un pasado del que no queda ninguna huella, ningún vestigio. Estoy convencido de que siempre me sentiré mejor en un sitio que pise por primera vez y del que no tenga demasiadas referencia. No hay forma de reconocer un lugar, porque, más o menos cambiado, ya no es el mismo de antes quiere decir que ya no existe. Cada vez que visitamos un sitio por segunda vez, tenemos la sensación de que ha perdido el encanto que tenía cuando lo conocimos. Cuando volví a Tánger no tenía penado quedarme, pero, por alguna razón, lo hice. Quizás fuese la posibilidad de conseguir aquí todo aquello que desees, o que la vida es más barata. Además viajar es realmente complicado: hay que pedir visados para la zona de Marruecos ocupada por los españoles, hay que renovar visados para la parte de Marruecos ocupada por los franceses, hay gente con malas intenciones en los trenes... Aparte de que ya no me quedan fuerzas para hacer las maletas y marcharme a otro lugar [...]".

De Paul Bowles, el recluso de Tánger. El viaje de las voces, de Mohamed Chukri. Cabaret Voltaire. p.187

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